Freinet plantea una postura que defiende un estatuto lúdico de la infancia basada en el juego y los materiales que lo posibilitan. Freinet intenta probar que hay un malentendido sobre la noción de juego; para empezar, admite que hay un juego funcional (que funciona en el mismo sentido que las necesidades individuales y sociales del niño y del hombre) y él dice que esto es en definitiva trabajo, escribe, se trata de trabajo-juego.
Cuando las influencias del medio imponen tendencias fuertes y reiteradas, y obligan a un niño a actividades no funcionales o sin relación con sus fines primarios, aparece un juego de segunda persona que, aún más separado del trabajo, plantea los mismos daños que toda coacción arbitraria y que todo intento antinatural. Esta segunda zona aparece en aquellos niños que son obligados a trabajos y actitudes que son contrarias a sus necesidades naturales, físicas, fisiológicas, psíquicas y por ellos sufren una tensión anormal que exige una distensión. Entonces el individuo experimenta la necesidad de evadirse, de adormecer, cueste lo que cueste, su sufrimiento físico y moral, reducir artificialmente esa sensación mortal de un irreductible desequilibrio y la solución a esto es el juego haschich (desde el tabaco al cine, del alcohol a la lectura,…).
De aquí se deduce una primera ley: la preocupación educativa esencial debe ser “realizar un mundo a la medida del niño, en el cual podrá entregarse a trabajos-juegos que sean susceptibles de responder al máximo a las aspiraciones naturales y funcionales de su ser”. Habrá que preparar “técnicamente” una escuela en la que se construya, en la que se edifique con el trabajo como único elemento creado y en la que ahí en adelante la tarea esencial de la pedagogía sea la siguiente: crear la atmósfera de trabajo y, a la vez, prever y ajustar las técnicas que hacen ese trabajo accesible a los niños, productivo y formativo”.
https://movimientosrenovacionpedagogica.wikispaces.com/Freinet+y+la+escuela+colaborativa
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